Sábado 18 de Mayo de 2024 Resistencia - Chaco
 
 
 
 
 
 
Economia
Vínculos con China: una oportunidad histórica
Carlos Spadone es el preside la Cámara de Comercio binacional y lleva cuatro décadas de trato con el país asiático. Por qué dice que los acuerdos son cruciales para ambos países. Los desafíos de la relación y la foto frustrada de Mao y Perón.

La primera vez que se cruzó con una comitiva de dirigentes chinos fue en compañía de Juan Domingo Perón. Corría 1972, el general estaba en Puerta de Hierro y un joven Carlos Spadone recibía una carta fechada en Pekín: Mao Tse Tung, el jefe de la revolución comunista, quería conocer al jefe de la revolución social argentina, recuerda en su nota Revista Veintitrés. Perón aceptó encontrarse con los delegados del Partido Comunista Chino encargados de arreglar los detalles del convite, pero advirtió sobre un problema: el derechista Francisco Franco no les extendería la visa a los comunistas chinos. Spadone recuerda haber aportado la solución: reunirse en París. Así fue como el 18 de abril de ese año Perón, Spadone y siete delegados de Mao se vieron las caras en el coqueto hotel Claridge, de Champs Elysees. “Ahí se habló de las necesidades que tenía China para los próximos veinte años, y de la importancia que la Argentina tenía para sus planes”, rememora hoy Spadone, escoltado por una formidable imagen de Evita en las oficinas donde conduce un conglomerado de empresas con intereses tan diversos como la logística, los viñedos y el teatro. Según cuenta el empresario, aquella primera experiencia con los chinos terminó mal por la intervención de José López Rega, quien convenció a Perón de que él debía viajar primero para organizar la cumbre de líderes. “Viajó acompañado por Isabel, su hija Norma y la hija de Bidegain. Fue un papelón –se lamenta Spadone–. Porque López Rega lo primero que hacía cuando veía a alguien era decirle que en la casa no había plata para comer y le pedía unos mangos. Así le sacaba plata a todo el mundo. Y con los chinos quiso hacer lo mismo. Cuando vieron eso imaginate… ¡Me quedé sin la foto de Mao con Perón!”.

Desde entonces Spadone acumula cuatro décadas de relación con China, pero hace cuatro años que ese vínculo es, además, institucional. El empresario preside la Cámara de Comercio Argentino-China, más conocida como “Cámara Argenchina”, neologismo con el que se busca reforzar el vínculo estratégico que se le asigna a la creciente relación binacional. Y que en la semana pasada tocó cúspide con la visita del mandatario Xi Jinping y la firma de setenta convenios con alcances tan diversos como un swap de monedas, la construcción de represas y la reactivación de un ferrocarril.

Pero el vínculo con el gigante asiático, que luce auspicioso, aún presenta interrogantes. La principal: ¿cómo hará la Argentina para relacionarse con un imperio sin perder más de lo que gane? “Con China el tema es: comprame, y yo te compro. Pero comprame. Nosotros ya estamos mandando un montón de productos industrializados. Tabaco, garras de pollo, leche maternizada, golosinas, vinos, genética animal. Es una canasta de 20 productos. Pero ahora convenimos con el CCPIT, la contraparte de nuestra cámara en China, que debemos aumentar los productos con valor agregado en esa canasta”.

–¿Qué significa que ahora China haya denominado como “relación estratégica” su vínculo con la Argentina?

–Lo dijo claramente Xi Jinping cuando citó el Martín Fierro: los hermanos sean unidos… Ahora nos tratan como hermanos. Después dijo que “aunque las distancias sean largas, los buenos amigos lo mismo se encuentran”. Y otra cosa más dijo: “Uno puede ir a un destino y llegar, pero lo más importante es llegar juntos”. Son mensajes muy claros.

–Pero no despejan las dudas sobre la forma de asociación que propone China: ¿recrearán vínculos de centro-periferia que padecimos con otros países centrales en el pasado o propone un nuevo paradigma?

–Vuelvo a Perón, a la tercera posición. Los chinos nunca van a invadir ningún territorio, todo lo contrario, ellos le dan mucho valor a la soberanía. De hecho, siempre apoyaron nuestro reclamo por Malvinas. Y lo ratifican otorgándonos este swap en medio de la pulseada con los buitres. Cuando más lo necesitamos, ellos nos ayudan.

¿cómo hará la Argentina para relacionarse con un imperio sin perder más de lo que gane?
–También se ayudan a ellos, porque ese dinero sirve para pagar lo que les compramos.

–Sí, pero hoy el intercambio comercial con China para nosotros es crucial, son nuestros segundos socios comerciales. Pero además, con el swap ellos abren un camino que otros en el mundo van a seguir, como Rusia, que quiere hacer algo similar.

–¿Un ejemplo del famoso “win-win” que pregona la diplomacia china?

–Exacto. No van a venir diez millones de chinos a invadir la Patagonia, no les sirve eso. A ellos les sirve que nosotros produzcamos mucho de lo que ellos necesitan para poder abastecer a un país que va a incorporar a 200 millones de personas a la clase media en cinco años.

–¿Nos ven sólo como proveedores de alimentos?

–No. La sustentabilidad alimentaria es la primera necesidad, pero tienen otras. Minería, energía, agua. En esas áreas también están trabajando acá ya hace varios años. Un ejemplo: China explota una mina de hierro en Río Negro que (Carlos) Menem había cerrado. La reflotó y produce a tope. Es hierro de baja densidad, pero ellos lo mezclan con el que tienen y les sirve.

–Pero sigue siendo una relación extractiva de recursos naturales y materias primas, con exclusividad de compra. Salvando distancias, suena a la relación que tuvimos con Gran Bretaña en el siglo XIX.

–No es así, porque ellos te dicen: yo te invierto, yo te financio, y yo quiero ser el principal comprador. Pero, primero, te compran a precios internacionales. Y segundo, vos podés venderle a quien quieras, porque no resignás soberanía sobre tu producción. Además, los chinos lo que necesitan es alimentarse, plata les sobra. No van a especular con el precio.

–Los vínculos de China con Brasil son más recientes, pero su intercambio creció más que el nuestro. ¿Por qué?

–Porque nosotros nos demoramos en subir al tren. En 2004, cuando vino el entonces presidente Hu Jintao, su intención era hacer lo que hicimos ahora, pero cometimos un error: privilegiamos la visita del rey Juan Carlos. Yo fui testigo de esa historia porque estuve todos los días con Jintao, a quien conocí en 1994 cuando vino como parte de una delegación de exploración. Eran catorce personas; con su mujer, quince. Alquilé un avión y lo llevé a recorrer el país. Fuimos a Bariloche, a Cataratas… En 2004 volvió como presidente, pero justo su visita coincidió con el Congreso de la Lengua que se hacía en Rosario. Juan Carlos era el invitado estrella, acaparó la atención del gobierno, y a Jintao lo dejaron solo. Tremendo error, ¡el rey era el chino, no el español! La cuestión es que los chinos cambiaron el protocolo, Jintao pasó el día en Bariloche y adelantó su viaje a Chile, donde firmó acuerdos que quería hacer acá, como un tratado de libre comercio. Hoy Chile le vende a China frutas, verduras, minerales y no paga aranceles.

–Pero un TLC con China podría ser letal para la industria local, en especial para textiles, pymes industriales…

–La idea era hacerlo limitado, como hicimos ahora con las frutas. Obvio que no podemos abrir todo, pero sí algunas áreas. Y de hecho es lo que estamos haciendo con varios de los acuerdos firmados ahora con Xi Jinping.

–De esos acuerdos, uno de los que más se destaca es la concreción del financiamiento de las represas Kirchner-Cepernic. ¿Por qué a los chinos les resultaría estratégico invertir en energía para el país? ¿Es sólo por el negocio de la obra de infraestructura o tiene relación con sus necesidades?

–Primero hay que decir que para el país esa obra va a implicar un ahorro de 700 millones de dólares, que es lo que dejaremos de comprar de hidrocarburos cuando la energía de las represas suba a la red. Ahora, para que la Argentina produzca más y mejor tenemos que tener energía, y ellos ven eso también.

–¿Estamos condenados a tener déficit comercial con China?

–Bueno, eso lo charlamos el otro día con la delegación de Jinping. Hoy tenemos 4.500 millones de descompensación, ¿cómo podemos nivelarnos? A medida que nosotros agreguemos valor a los productos y ellos nos compren más, vamos a ir nivelando. Y ellos, a partir de ahora, nos van a comprar más.

–¿Es un dato o una expresión de deseos? Porque en los últimos años cayó la venta de productos con valor agregado, como el aceite, y creció la venta de granos.

–Lo que pasó es que en 2008, con la crisis global, China temió quedarse sin un insumo básico como el aceite y se “sobreestoqueó”. Entonces no necesitó comprar tanto. Eso ya está cambiando.

–¿Pero a China le interesa acortar el déficit? Su crecimiento se cimentó, precisamente, en la producción y exportación a gran escala…

–Sí, pero eso ya no es tan así, porque cuando se dieron cuenta de que tenían dificultades para vender sus productos a los mercados tradicionales empezaron a gestar su propio mercado de consumo, que es tanto o más grande que el externo. Mirá lo que están haciendo ahora: para disminuir el riesgo ecológico están trasladando las grandes industrias a sectores rurales donde la gente aún subsiste de la labranza artesanal. O sea que pronto sus hijos van a dejar la pala para ser obreros, con posibilidad de comprarse, primero, un horno. Después la moto. Después el auto. Y así. Su proyección es que en diez años, en esas nuevas ciudades van a vivir entre 300 y 400 millones de personas que demandarán más carne, más arroz, más vino, más de todo. Y todavía van a quedar otros 400 millones por integrar. O sea que China va a seguir creciendo y demandando. Y nosotros podemos cubrir esa demanda. No nos podemos perder esta oportunidad histórica.

–Se sabe que los chinos proyectan a largo plazo. ¿Qué rol le asignan a la Argentina en esos proyectos a largo plazo?

–Un rol fundamental. En aquella reunión con Perón, los chinos ya imaginaban que iban a necesitar agua para tomar y nos hablaban de nuestros acuíferos, de los hielos continentales…

–O sea que Carrió tiene razón cuando dicen que vienen por el agua...

–¡Pero si es un recurso renovable! Carrió no sabe lo que dice, o dice cualquier cosa. El agua es un recurso más que podemos producir y vender.

–Polémico, pero suponiendo que sea así, ¿la idea es que nosotros les vendemos el agua y ellos nos venden la botellita para envasarla?

–No, nosotros hacemos la botellita.

–¿Y ellos no nos van a imponer como condición que les compremos la botellita?

–No, porque si ellos necesitan el agua nosotros se la vendemos, pero con el valor agregado de la botellita. Es como la lenteja, las toman o las dejan.

Un puente chino

Para Spadone, todas las cosas empiezan con Perón. O al menos con una anécdota que lo involucra. También la historia del siempre proyectado –y nunca concretado– puente que uniría a Buenos Aires con Colonia, Uruguay. “En Puerta de Hierro, Perón recibió a los a los dos representantes –uno argentino y otro uruguayo– de la comisión promotora del puente. Ellos le exponen el proyecto y él los escucha. Cuando se van le pregunto: ‘General, ¿se puede hacer este puente?’. ‘Hoy no es viable’, me dice. Y me explica: ‘Cuando sean 40 millones de habitantes y tengan un parque automotor importante, ahí sí. Pero además, piensen el puente como un modo de hermanar a América latina’. O sea que el momento es ahora”, dice Spadone, que no esconde sus ganas de participar de un proyecto tan antiguo como millonario. “Lo intenté hacer con Menem, pero no prosperó. Este gobierno disolvió la comisión que tenía el tema, cosa que me alegró, porque había gente cobrando por no hacer nada. Pero ahora, con los chinos, tenemos todo listo para hacerlo”.

Spadone quiere reflotar el puente a través de la ley de iniciativa privada, que le otorga un privilegio del 5 por ciento a la oferta de quien presente el proyecto. “Estamos armando una S.A. con contratistas de acá y de Uruguay, y tenemos a los chinos dispuestos a integrarse con constructoras que tienen antecedentes en obras iguales y mayores. Y además esta gente china aportaría la financiación, que se calcula en 820 millones de dólares. Lo único que se necesita para que pongan la plata es que el Estado otorgue la garantía soberana”. Según Spadone, esta garantía obligaría a la Argentina y a Uruguay a utilizar los recursos que surjan del uso del puente exclusivamente a pagar la obra. Si así ocurriese, dice el empresario, “en veinte años se paga todo. No hay licitación de este tipo que no se haga a treinta años, así que durante diez años los accionistas van a ganar mucha plata”.

–Y además del negocio de los accionistas, ¿para qué serviría semejante obra?

–Para unir América latina, como dijo Perón.


Sábado, 26 de julio de 2014
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