Economia ¿Carta de triunfo o "piantavotos"?: Scioli apuesta fuerte al mostrar a Kicillof como el garante del modelo Candidatos K no paran de elogiarlo y quieren la foto con él para ganar votantes. Suena raro en un país que está en recesión, no genera empleo privado, mantiene el cepo cambiario y tiene a sus economías regionales en estado crítico. ¿Cuál es el principal mérito para mostrarlo como bastión electoral? Un ministro de Economía puede ser el mejor argumento para utilizar en una campaña electoral... o todo lo contrario.
Especialmente en la Argentina, que pasa sin escalas de la euforia consumista a la recesión, para luego reeditar nuevamente un boom de compras y posteriormente una nueva crisis.
Estos cambios abruptos de ciclo (en los que no se conoce término medio) hacen que la economía adquiera un peso superlativo en la intención de voto de la ciudadanía. En virtud de ello, la decisión de mostrar o esconder a un ministro resulta altamente estratégica. Ejemplos abundan. Durante los '90 -cuando el régimen de convertibilidad "uno a uno" estaba en su apogeo- los candidatos peronistas a ocupar un cargo daban lo que fuera con tal de que Domingo Cavallo los acompañara en un acto y así poder sacarse una foto con él.
Su prestigio era tan alto que se comentaba en los ámbitos políticos y periodísticos que el mismísimo Carlos Menem tenía celos y reclamaba que le reconocieran a él y no al ministro la paternidad del "modelo".
En las presidenciales de 1999, en cambio, se evidenció el efecto opuesto. La Alianza que llevó a Fernando de la Rúa al poder se cuidó muy bien de que no aparecieran los ex funcionarios de Raúl Alfonsín que habían quedado ligados al trauma de la hiperinflación.
Años más tarde, Roberto Lavagna volvió a ser mostrado como carta de triunfo. En los inicios de 2003 gozaba de una popularidad muy alta luego de haber estabilizado la economía y logrado una recuperación en la actividad y el empleo, tras cuatro años de recesión.
En aquel momento, Néstor Kirchner (quien era por entonces candidato), si bien no manifestaba simpatía por él, debió concederle el gusto a Eduardo Duhalde, quien le insistía sobre la figura de Lavagna para transmitirle a la sociedad una señal de continuidad y así conquistar el voto de la clase media.
El ex Presidente era todavía un desconocido para la mayoría de la población y su discurso combativo despertaba desconfianza entre los sectores más moderados. El argumento de Duhalde era tan simple como efectivo: si Kirchner en campaña aseguraba que Lavagna seguiría siendo el ministro de Economía, entonces iba a poder vencer esos temores y podría imponerse en las urnas.
En el fondo, todos sabían lo que Néstor pensaba: que es el propio Presidente el que debe ser el que haga las veces de titular del Palacio de Hacienda y que éste, a su vez, se limite a ser un mero ejecutor de sus políticas. No extrañó a casi nadie que, tras la victoria en las legislativas de 2005, Kirchner despidiera a Lavagna e iniciara un período en el cual pasaron por ese cargo varios ministros cuyos nombres y rostros eran poco conocidos para la población.
Recién con Amado Boudou se volvió a un "high profile", al cual Cristina eligió como vice, en pleno convencimiento de que la ayudaría para su reelección en las votaciones de 2011.
Hoy parece extraño, pero en aquel momento tenía todos los atributos requeridos para acompañar a un candidato presidencial. Aparecía como baluarte de la nueva fase estatista del modelo porque había sido el cerebro de la "recuperación" del sistema jubilatorio.
Además, había renegociado con éxito la segunda fase del canje y aparecía como responsable del boom de consumo de dos años, con períodos récords en ventas de autos, smartphones y ropa, que hacía parecer como lejana la recesión de 2009.
Estrella en plena estanflación Hoy día, cuando la campaña entra en fase definitoria de candidaturas, otra vez el ministro de Economía pasa a ejercer un rol clave. Sin embargo -a diferencia de otros momentos en los que esta figura podía torcer la balanza hacia un lado o hacia otro- ahora no está tan claro hasta qué punto Axel Kicillof puede resultar una carta ganadora o un "piantavotos".
Si el criterio para dilucidar este interrogante fueran los números de la economía, entonces no quedaría lugar a duda: el ministro juega en contra.
Según los indicadores que manejan economistas privados, el 2015 volverá a terminar con recesión (achique en la economía del 1% al 3%) y concluirá con un desplome tanto en las exportaciones agrícolas como en las importaciones que hacen funcionar a la industria.
"El sector privado prácticamente no crea empleo desde hace dos o tres años. En 2014, el 75% de los puestos de trabajo provinieron del sector público y fueron de baja calidad", apunta el economista Enrique Szewach.
En tanto, el analista Federico Muñoz observa que si se mantuviera la dinámica actual de un gasto que crece muy por encima de los ingresos, el año terminará con un déficit fiscal nada menos que de $420.000 millones. Esta cifra equivale al 7,6% del PBI o, lo que es lo mismo, a un nivel comparable con los inflacionarios años '80.
Como si esto fuese poco, persiste el cepo cambiario y la escasez de divisas continúa trayendo problemas para importar desde insumos médicos hasta aquellos de consumo básico y cotidiano.
Por el lado del mercado interno -gran caballito de batalla a partir del cual se suelen justificar todas las medidas económicas- también se observan resultados magros.
La venta de autos -el sector emblemático de los tiempos de vacas gordas del modelo K- registra un desplome del 21% este año.
En cuanto a las economías regionales, también están de capa caída.
Desde la consultora Economía y Regiones advierten que "el nivel de actividad y empleo se encuentran en una situación aun más delicada que la de los últimos tiempos de la convertibilidad". Productores de vinos, conservas, azúcar, dulces, aceite de oliva, aceitunas, frutas, cítricos, lácteos, tabaco y carnes -por nombrar algunas de las actividades más representativas- sufren los efectos de las caídas en los niveles de producción y fuertes desplomes en las ventas al mundo.
Las exportaciones de azúcar se derrumbaron un 70%; las de conservas de frutas un 60%, las de aceite de oliva un 45%, sólo por mencionar algunos casos.
Todo por el dólar Con estos datos a la vista, puede resultar raro que haya candidatos que quieran sacarse la foto con Kicillof. Más aun que sea sugerido para que ocupe el cargo de vicepresidente en una fórmula o propuesto para que siga al frente del Ministerio de Economía como garante de la continuidad del "modelo" después del 10 de diciembre. Sin embargo, esto mismo es lo que ha ocurrido en las últimas semanas. Al principio eran los elogios de Sergio Urribarri, quien lo quería como vice para ir a las PASO (luego se terminó bajando como parte del "baño de humildad" kirchnerista).
Florencio Randazzo fue otro de los que lo elogió profusamente a Kicillof. Y, para sorpresa de muchos, también Daniel Scioli insinuó que sus valores lo harían acreedor a ocupar algún cargo relevante si él ganara la presidencia.
¿Qué es lo que lleva a esta "Kici-manía" cuando, paralelamente, el país está en recesión, no se genera empleo privado desde hace años, sigue el cepo cambiario, no llegan inversiones y las economías regionales atraviesan una profunda crisis?
En este contexto, el gran mérito que levanta la cotización de Kicillof ante todos los otros puntos negativos tiene un solo nombre: dólar.
Como saben todos los políticos veteranos, no hay posibilidades de que un Gobierno gane una elección si tiene un tipo de cambio alto o extremadamente fluctuante. Por el contrario, si está bajo y permanece controlado, se transforma de por sí en un gran activo político, porque pone a la oposición en la situación incómoda de tener que argumentar a favor de una devaluación.
Es lo que se ha visto en las últimas semanas, en las que Cristina y varios candidatos oficialistas han "toreado" a quienes critican al modelo para que "digan de verdad qué piensan hacer si ganan".
Kicillof ha tenido un mérito que para el kirchnerismo vale oro: estabilizó las reservas del Banco Central, achicó la brecha cambiaria (oficial vs. blue) y logró que se disparara un poco el interés de los particulares por comprar billetes verdes, típico comportamiento pre-electoral.
Por las ventanillas de "dólar ahorro", se vendió en la primera quincena de junio casi un 2% menos que en mayo que, a su vez fue, más "suave" que abril.
Esta "pax cambiaria" ayuda a desinflar las expectativas de inflación, las referidas a una fuerte devaluación y contribuye a mantener congeladas las tarifas de los servicios públicos, otro pilar de la sensación de bienestar de estos últimos años.
Algunos analistas creen que esa buena estrella del ministro corre riesgos de no poder mantenerse durante toda la campaña electoral. Sostienen que las tensiones empezarán a notarse en momentos en que los argentinos todavía estén meditando su voto.
Uno de ellos es Jorge Vasconcelos, economista jefe de la Fundación Mediterránea, que anticipa que el tercer trimestre mostrará una transición movida.
Esto incluirá "una pulseada intensa entre tasas de interés y tipo de cambio, con precios que buscarán anticiparse a una presunta devaluación".
Claro que los analistas cercanos al kirchnerismo opinan lo contrario. Uno de ellos es Artemio López, para quien se viene un tercer trimestre con perfecto "timing" electoral. Argumenta que el efecto paritarias (ya en los bolsillos), el aguinaldo y las subas de planes sociales ayudarán al oficialismo a imponerse en primera vuelta.
¿Hay un solo Kicillof? Las urnas dirán si acercarse al ministro "garpó" o si jugó en contra. Pero lo que no se podrá develar, en el caso de que Scioli sea el próximo presidente, es si Kicillof seguirá siendo Kicillof. Es decir, si el ministro mantendrá sus posturas en materias tales como la negativa a negociar con los "buitres", sostener el cepo y el congelamiento tarifario o si, por el contrario, se mostrará abierto a reconsiderar esos puntos clave ante un nuevo contexto.
A fin de cuentas, el ministro y la propia Cristina han dejado en claro que él es un mero ejecutor de una política económica que decide la Presidenta.
"Me siento muy cómodo como ministro, creo que puedo aportar mucho y soy muy escuchado. Pero también hay un liderazgo muy claro de la jefa de Estado en el terreno de la política y de la economía", reconoció Kicillof.
¿Cómo interpretar esa frase? ¿Una lealtad a Cristina y, por lo tanto, la negativa a cualquier "retroceso" respecto del modelo K? ¿O un firme acatamiento a quienquiera que sea presidente en un momento determinado, como por ejemplo Scioli?
Es la incógnita del momento y los votantes serán quienes den su opinión en las urnas.
Fuente: Iprofesional
Martes, 16 de junio de 2015
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