Mercado EE.UU impulsa un tratado de asociación para frenar la influencia de China en Asia y en el Pacífico La firma del Acuerdo Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) por parte de Estados Unidos y otras 11 naciones ha desatado una dura pugna en las alturas económicas y políticas de la primera potencia mundial y, también, de algunos de los socios de este convenio de libre comercio presentado como uno de los más ambiciosos e importantes de la historia. El TPP, que consta de 30 cláusulas de las cuales sólo tres han sido dadas a publicidad, involucra el 40% de la producción mundial e incluye a EEUU, Japón, Australia, Brunei, Canadá, Chile, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam.
El presidente estadounidense, Barak Obama, principal valedor e impulsor de la iniciativa, señaló con absoluta precisión el objetivo principal de Washington con el TPP, que no es otro que del poner un límite a la expansión e influencia de China en toda la región asiática y del Pacífico.
"Cuando más del 95% de nuestros clientes potenciales viven fuera de nuestras fronteras, no podemos permitir que países como China escriban las reglas de la economía global. Nosotros debemos escribir esas reglas, la apertura de nuevos mercados para los productos estadounidenses", afirmó Obama al defender el TPP ante el Congreso.
Pruebas al canto. Merced al TPP, los exportadores estadounidenses verán caer 18.000 aranceles individuales que serán reducidos a cero, destacando especialmente la desaparición de las barreras comerciales agrícolas, algo que afectará seriamente a varios de los países integrantes del Acuerdo.
Éste deberá ser aprobado, y será la prueba de fuego para su entrada en vigor, por los Parlamentos de las 12 naciones cuyos gobiernos lo firmaron el pasado 5 de octubre, un proceso que está poniendo en evidencia las diferencias que existen entre las diversas fracciones económicas y políticas de varios países.
Es el caso de Estados Unidos, donde los choques con relación al TPP atraviesan tanto al partido Démocrata de Obama como al Republicano en la oposición, Obama se ha encontrado que no sólo sus tradicionales adversarios cuestionan las bondades del acuerdo sino que Hillary Clinton, candidata a sucederlo por su propio partido, considera defectuoso el pacto para los intereses norteamericanos.
Pero Donald Trump, el ultraconservador que se postula por los republicanos, va mucho más allá en su crítica y considera que es "un acuerdo terrible", en tanto los sindicatos, históricamente próximos a los demócratas, también vituperan contra el Tratado y denuncian que traerá una destrucción masiva de puestos de trabajo en Estados Unidos.
Bien mirado, sin embargo, el mayor esfuerzo en pro del libre comercio del TPP está centrado en los servicios, es decir, bancos, finanzas, tecnologías informáticas de punta, seguros, prensa y entretenimiento y algunos otros segmentos que favorecen ampliamente a las compañías estadounidenses, que verán así una enorme ampliación de sus posibilidades de penetración en Asia, el Pacífico, Canadá, Chile, México y Perú.
Asimismo, el acuerdo beneficia a las grandes farmacéuticas de Estados Unidos ya que sus patentes de determinadas drogas continuarán protegidas de la competencia de los genéricos durante otros cinco años, aunque no los 12 que exigían los laboratorios norteamericanos.
En la vereda contraria, voces de protesta se levantan en países como Chile, donde se argumenta que el TPP no traerá ninguna ventaja comercial a la producción local, mientras que el país trasandino cederá soberanía al derogar normas y regulaciones de protección hoy existentes.
En Canadá también hay oposición al pacto comercial pues se piensa que éste liquidará muchos puestos de trabajo en el agro, en tanto que China observa con desagrado profundo el que se la haya dejado de lado en las negociaciones y entiende que las palabras de Obama han dejado suficientemente claro que el objetivo del TPP es contrario a sus intereses comerciales en la región y el mundo.
Así como el agro canadiense, fundamentalmente los productores de lácteos, han puesto el grito en el cielo por las eventuales consecuencias del TPP, los fabricantes de camiones de Japón también muestran su disgusto ya que los aranceles estadounidenses a la importación de esos vehículos se mantendrán durante 30 años más.
Para China, esta iniciativa llega en el peor momento de su economía en los últimos 30 años, ya que el enlentecimiento de su producción y de sus exportaciones es ya un hecho y nadie arriesga pronósticos de qué ritmo adquirirá ese descenso de la curva en la segunda economía mundial.
Además, la crisis financiera mundial iniciada en 2007-2008, que llevó a una caída del 50% del comercio mundial en la primera parte del año 2009, ha tenido como consecuencia un intercambio comercial internacional descendente a largo plazo.
Esta realidad ha determinado que en el primer semestre de 2015 se haya verificado una caída del 13%, en términos de dólares, del comercio internacional con respecto al mismo período de 2014.
Esto pone de relieve que el interés del gobierno de Obama y de las grandes corporaciones estadounidenses es tallar fuerte en una agudizada disputa por la cada vez menor torta que arrojan los intercambios de bienes y servicios a nivel mundial.
En ese sentido, Japón deviene el principal aliado de Estados Unidos en el TPP, una convergencia que transforma a ambas potencias en el eje alrededor del cual girará la construcción de este acuerdo de libre comercio, debido a la necesidad de presentar un frente unido ante el agresivo rol comercial de China en Asia y, más en general, en todo el mundo emergente.
Fuente: Telam
Lunes, 19 de octubre de 2015
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