Devaluacion Equilibrio de salarios, tipo de cambio y crecimiento La devaluación como opción de política económica debe evaluarse según criterios de conveniencia productiva y financiera que tengan presente la necesidad de asegurar el equilibrio social. "Un cursante de la carrera de Economía le pregunto al profesor: “¿Cuál es el tipo de cambio de equilibrio?” La respuesta fue corta y clara: “El que se propone como objetivo el Banco Central”. La respuesta lo desconcertó, básicamente porque esa contestación encierra una definición de equilibrio profundamente distinta de la que se aprende convencionalmente en las casas de estudio publicó Tiempo Argentino.
El del “equilibrio económico” es uno de los conceptos más problemáticos en la disciplina, tan omnipresente como confuso y escurridizo. En una primera instancia encuentra su fuente en la definición elemental newtoniana según la cual dos fuerzas de igual magnitud, que operan en sentido contrario y concurrente, se anulan. En el lenguaje llano de la economía vulgar, si pensamos la oferta y la demanda como fuerzas que se oponen, el precio de equilibrio de un mercado sería aquel que permite igualar ambas fuerzas y, por lo tanto, anularse mutuamente.
Esa visión olvida, en primer lugar, que el equilibrio es una posición hacia la cual el sistema se va aproximando a lo largo del tiempo por ser un eje gravitatorio y no una condición permanente. Atendiendo a los fenómenos dinámicos, la diferencia es crucial porque al concebirlo como eje de gravitación, el equilibrio cumple la función de una estrella que guía un camino cuya característica permanente es el desequilibrio.
En segundo lugar, el equilibrio de variables económicas fundamentales, como el salario, no refiere al nivel monetario donde la oferta y la demanda de trabajo se igualan, sino al nivel donde una unidad de trabajo recibe la misma remuneración en cualquiera de sus aplicaciones productivas. Lo que cada unidad de trabajo cuesta no es el resultado del libre juego del mercado, sino de la correlación de fuerzas (por definición políticas) que operan sobre la distribución del excedente económico. En criollo, el salario tiene una determinación social y política (moral e histórica decía Marx). Las implicancias de esto también son fundamentales, entre otras cosas, porque los equilibrios económicos no expresan estados independientes de la competencia de los grupos que pujan por el reparto del producto social. La geometría del tiempo-espacio económico esta modulado por las relaciones sociales de producción.
En tercer lugar, y como corolario de lo anterior, un actor fundamental que interviene en la determinación de los equilibrios, es el gobierno. Por ello, es impropio y erróneo desde el punto de vista tanto teórico como histórico, oponer el mercado al gobierno, o la libertad al intervencionismo. No hay mercado relevante en economía del que gobierno no forme parte. Dicho de otra manera, interviene aun cuando decida no hacerlo. Los mercados autoregulados son una institución histórica relativamente reciente y sus efectos desintegradores del orden social no tardaron en reclamar la intervención del estado (quizás por eso Eric Hobsbawm sostuvo que las políticas keynesianas salvaron al capitalismo de sí mismo).
Aunque esta discusión parezca muy abstracta, podemos aplicarla brevemente al debate económico actual de la Argentina y sacar importantes lecciones. Por ejemplo, cuando se discute sobre tipo de cambio, muchos economistas (fundamentalmente ligados al gobierno electo) sugieren que una devaluación es inevitable porque el tipo de cambio se encuentra “atrasado”, o fuera del “equilibrio”. En la misma tónica proponen acabar con el populismo, entendido este como un “sobrecalentamiento” de la demanda agregada, incompatible con el “potencial productivo” que en este caso haría las veces de referencia del equilibrio.
Así, devaluación y ajuste se presentan como fenómenos inevitables y no como lo que en verdad son, vale decir, opciones de política económica. O bien defienden la devaluación librada al mercado y el ajuste económico con el pretexto de permitirle al sistema económico funcionar bajo sus propias leyes, recuperando sus “equilibrios”, en lugar de reconocer que buscan un determinado tipo de equilibrio, el que iguala por lo bajo a la mayoría, privilegiando por lo alto una minoría. Es decir, promueven un equilibrio económico cuya base es el desequilibrio social y la injusticia que conlleva.
El principal respaldo al enorme crecimiento de la demanda agregada en los últimos lustros fue ni más ni menos que la producción de bienes y servicios. Y de no ser por las necesidades de divisas, no hay ningún sobrecalentamiento de la demanda por el que preocuparse.
La devaluación, como opción de política económica, debe evaluarse según criterios de conveniencia productiva y financiera. Pero considerándola como un instrumento más y sin olvidar que a los efectos de recomponer competitividad externa: a) existen muchos caminos que no requieren una devaluación importante, ni siquiera una devaluación, b) en el contexto mundial presente, la búsqueda de la competitividad por la baratura constituiría una decisión estratégica profundamente equivocada.
El verdadero equilibrio que importa es el social.
Fuente: Infonews Martes 08 de diciembre de 2015. Resistencia, Chaco.
Martes, 8 de diciembre de 2015
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