Política La economía, "ausente con aviso": por qué la campaña es tan "light" y los opositores apelan al cassette  La lista de problemas que afronta el país es muy larga. Sin embargo, quienes buscan dar pelea al modelo K evitan referirse a algunas cuestiones y recurren a frases hechas. Paradójicamente, quien sí habla de temas económicos es Cristina. La palabra prohibida y los riesgos de la moderación Un turista de paso por Buenos Aires podría pensar que la situación económica luce floreciente. O al menos que está lo suficientemente bien como para que no ocupe un lugar más importante en plena campaña electoral.
Prácticamente no ha habido menciones o debates profundos sobre este tema.
Se escucharon algunas voces opositoras al modelo K, pero sólo se limitaron a hablar de los "básico" y casi obvio: los problemas que trae la inflación o los controles ineficientes de Moreno, no mucho más que eso.
Eso sí, tratando de no ahondar demasiado en explicar cómo resolverían estas y otras cuestiones, apelando al "cassette" para lanzar frases hechas. Es decir, conceptos de tipo "aspiracional" sobre cómo deberían funcionar las cosas, más que aportar soluciones concretas y de corto plazo.
Sobran economistas, falta la economía Resulta a simple vista sorprendente la falta de propuestas, ya que en esta contienda electoral abundan los economistas de todas las tendencias.
Ex ministros como Martín Lousteau, ex presidentes del Banco Central como Alfonso Prat Gay, el presidente del Banco Ciudad, Federico Sturzenegger o investigadores como Claudio Lozano.
Como asesores de Massa se cuentan al ex ministro de Economía Miguel Peirano; al ex titular del BCRA, Martín Redrado y al ex gerente de esa entidad, Hernán Lacunza. Por si fuesen pocos, Ricardo Delgado, director de la consultora Analytica, también integra el comité de campaña.
En Córdoba quien busca dar pelea en las urnas es -como olvidarlo- Domingo Cavallo.
La paradoja discursiva Pese a todo ese "batallón de analistas", los candidatos opositores no han hecho hincapié en cuestiones económicas en sus spot. Más bien, los avisos fueron orientados a temas como la inseguridad y corrupción.
Las propuestas electorales aluden a vaguedades, como decir que la suba de precios castiga al trabajador, o que las limitaciones a la compra de dólares restringen libertades, tratando de no aclarar demasiado cómo se resuelven.
Y eso que la lista de problemas que afronta el país es larga: inflación, atraso cambiario, cepo, reservas en baja, falta de inversiones, cuentas fiscales en rojo, déficit energético alarmante, Cedin fracasado, derrumbe inmobiliario, blue en alza, falta de crédito externo, entre otros.
Paradójicamente, quien sí habla de economía -casi cotidianamente- es la presidenta Cristina Kirchner.
A veces, para difundir datos positivos, como el fuerte crecimiento del PBI o la reducción de la tasa de desempleo.
Apelando a su habilidad discursiva asiste a cualquier fábrica que inaugure "algo" (no importa que sea la ampliación de una planta de bicicletas en Chaco, tal como lo hizo días atrás) para reafirmar los lineamientos de su política económica.
También lo ha hecho en Tecnópolis, en los cortes de cintas de obras públicas y más recientemente en la Bolsa de Comercio. Cualquier lugar sirve para reiterar los logros económicos alcanzados, aunque para ello tome como punto de partida el 2003.
Con particular locuacidad, ha realizado anuncios que ha "vendido" como logros, cuando en realidad no son más que actualizaciones para acompañar la alta inflación (ajuste jubilatorio, incrementos salariales o actualización parcial en Ganancias).
Su habilidad discursiva se refleja, incluso, en temas que a simple vista le juegan en contra, o que parecían ser un gran estigma para el Gobierno, como el cepo cambiario.
Ante la acusación de que se retacean dólares, Cristina hizo una "desmentida", valiéndose del argumento de que en un año salieron del país la cifra récord de siete millones de turistas, que gastaron casi u$s6.000 millones en el exterior.
En tanto, la oposición muestra una extraña "autocensura" ante este tema, lo cual deja entrever una victoria retórica del Gobierno.
Es que hablar de las restricciones cambiarias parece una actitud frívola, propia de quien piensa más en hacer viajes a Miami que en la importancia de defender la industria.
Un debate difícil de plantear Lo cierto es que la Presidenta aprovecha todos los espacios que le regala la oposición para revitalizar su discurso pro-industrialista.
Su objetivo es que esta elección sea vista como mucho más que una interna con vistas a la renovación parcial del Congreso: para ella está en juego la continuidad del "modelo".
A primera vista, podría pensarse que los políticos opositores no encontrarían demasiadas dificultades para contrarrestar el discurso oficialista. Al fin y al cabo, han pasado diez años y el país se quedó sin energía y se encuentra más dependiente que nunca de una materia prima sin elaborar, como es la soja.
Sin embargo, el debate económico estuvo lejos de ser un foco principal de la campaña.
"Es muy difícil para la oposición explicar las consecuencias de algunas medidas de largo plazo. Entonces prefieren eslóganes con poco contenido y de mayor impacto", apunta Alejandro Corbacho, catedrático de ciencias políticas en la Ucema.
Como ejemplo de su argumento, señala el caso de la energía, donde los cortes de electricidad no implican un costo político para el Gobierno porque la población tiende a culpar a la empresa privada que provee el servicio.
También menciona el caso del sistema jubilatorio, donde toda la oposición tiene una visión crítica sobre cómo utiliza los fondos la Anses pero muchos se sienten cohibidos para hablar del tema, ya que se exponen al temor de ser vistos como proclives a un regreso a las AFJP.
"Los políticos opositores saben que en el tercio de votantes indecisos hay gente que comparte algunas cosas que hizo el Gobierno y otras que no. Pero no sabe bien cuáles. Entonces tratan de cuidar mucho sus palabras", afirma Corbacho.
Y agrega: "Cuando el Gobierno dice que gracias a la estatización de las jubilaciones miles de chicos pudieron volver a la escuela, uno sabe que es mentira, pero al arco opositor le resulta difícil de revertir este argumento".
En la misma línea, Julio Burdman, director de la consultora Analytica, señala: "La oposición no está planteando temas profundos, sino que sólo apela al rechazo al Gobierno, a los mensajes breves y efectivas como ‘basta', ‘hartos' o apelaciones a la unión nacional".
Desde su punto de vista, esto no ocurre por una ausencia de programa económico sino por la dificultad de articular un discurso: "Los que buscan darle pelea a Cristina no logran convertir la economía en un tópico que genere lazos con los electores".
Ajuste, palabra prohibida Un debate a fondo sobre la situación nacional implicaría tener que hablar sobre correcciones en el tipo de cambio, ajuste fiscal y modificaciones de algunas políticas que puedan implicar un enfriamiento en el consumo.
"Son cuestiones que pueden explicarse ante una audiencia especializada y afín, pero no ante el gran público, ya que el planteo de querer cambiar las cosas genera de por sí temor a muchos votantes", sostiene Burdman, quien recuerda además que medidas como las reestatizaciones han contado, en su momento, con un apoyo mayoritario de la población.
"Quien toque el tema de la inflación tiene que hablar de ajuste, y eso está vedado en una campaña", señala el economista Enrique Szewach.
"Por eso -agrega- la oposición cae en proponer una solución mágica gradualista, mientras que el oficialismo sale beneficiado, ya que hábilmente compara la actualidad con la crisis del 2001, pese a que ya pasaron más de diez años".
Se da, incluso, la situación de que temas que parecían "servidos en bandeja" para que la oposición atacara al Gobierno fueron perdiendo "timing".
Un caso emblemático es el impuesto a las Ganancias. El anuncio de la devolución del aguinaldo atenuó en parte el malestar por este tributo.
Pero, por más que la CGT haya levantado esta bandera como un reclamo sindical, si se mide en términos netamente electorales (como lo hacen los políticos) este tema aún está lejos de ser un gran problema para el kirchnerismo en cuanto a captación de votos.
Como afirma un informe de la fundación Idesa, si se tienen en cuenta a los trabajadores del sector informal (un tercio del total del mercado laboral), entonces Ganancias alcanza solamente a uno de cada diez asalariados.
"En este marco, reducir la incidencia de este impuesto -sin previamente disminuir gastos improductivos del Estado- necesariamente lleva a aumentar la carga de otros tributos, como el impuesto inflacionario, que recaen sobre la gran mayoría que tiene bajos ingresos", argumentan desde la fundación que conduce el economista Jorge Colina.
Los riesgos de la moderación El hecho de que el debate haya tomado este tono y con "temas tabú" que no se pueden mencionar por el temor a la pérdida de votos no será inocuo, según la visión de los analistas.
"El Gobierno ha podido, por el momento y gracias a un escenario global benévolo, barrer debajo de la alfombra problemas estructurales ‘ganados' durante esta década", afirma Szewach.
Él es de los que cree que el resultado electoral determinará cuánto margen tendrá Cristina para "seguir probando alquimias".
Y hace una dura advertencia respecto del debate light que se ha visto en esta campaña: "Si los eventuales nuevos líderes no empiezan a plantear con sinceridad a la sociedad los costos que implica solucionar los desaguisados hechos en estos años se corre el riesgo de volver, más temprano que tarde, al fatídico escenario del ‘que se vayan todos'".
Claro que habrá que esperar al resultado electoral para saber hasta qué punto el humor social ha cambiado respecto de la tolerancia ante las inconsistencias del "modelo".
Una de las mayores dudas en ese sentido es qué tanto éxito tendrán las opciones de oposición moderada que plantean una línea de continuidad con correcciones.
"La innovación es Massa, que propone hacer retoques al modelo sin alterar el patrón distributivo. Su referente económico, Ricardo Delgado, adquiere una inusual relevancia, porque establece una diferenciación con el kirchnerismo pero no comulga con la visión más ortodoxa", apunta Burdman.
Lo cierto es que el ala "clásica" se ha cuidado bien de pasar inadvertida.
Prueba de ello es que el PRO le pidió a Carlos Melconian que se mantuviera un poco al margen de la campaña -en la cual no aparece como candidato- porque su perfil no encajaba con la moderación que pedía el momento.
Y Federico Sturzenegger, el más filoso de los voceros económicos de Mauricio Macri, dejó de hablar de devaluación y se concentró en el único terreno donde la oposición parece pisar sobre seguro: criticar a Guillermo Moreno.
"Este funcionario es un genio del marketing, nos tiene meses enteros hablando de temas que después quedan absolutamente en la nada", afirmó, para así sumar otra frase más a la "vitrina" de una contienda electoral light, en la que sobran economistas pero está ausente la economía.
Fuente:Iprofecional
Jueves, 8 de agosto de 2013
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