Economía Eufórico por el G20, Macri apuesta a reconciliarse con la clase media y relanzar su gestión  La comunicación oficial destacó el "fin del aislamiento" internacional y marcó el contraste entre el rol de Macri y el que cumplía Cristina Kirchner
El ánimo en el Gobierno es de euforia tras la cumbre del G20.
Más allá de los avances logrados con el documento final que prevé acuerdos en los espinosos temas del comercio y el medio ambiente; más allá de las reuniones bilaterales que impulsarían inversiones por hasta u$s30.000 millones; más allá de una buena organización del evento global más importante a nivel político, siente que tuvo una victoria política.
Para empezar, se logró que en los medios del mundo se hablara de la cumbre de líderes y no de choques violentos entre manifestantes y policías en las calles de Buenos Aires. Las manifestaciones de protestas fueron relativamente pequeñas y bajo control, y hasta quedaron como algo de pequeña magnitud en comparación con los incidentes violentos de los “chalecos amarillos” que en ese mismo momento se producían en París.
Por otra parte, los aeropuertos funcionarios sin problemas, operados por personal civil, sin que fuera necesario recurrir a la policía aeroportuaria que se había entrenado ante la contingencia de una medida de fuerza gremial.
El llanto emocionado de Mauricio Macri en la noche de gala del Teatro Colón fue, acaso, la síntesis perfecta de lo que ha significado este evento para el Gobierno: una mezcla de alegría por el reconocimiento internacional, de alivio porque ninguna de las predicciones negativas se cumplió y, sobre todo, porque el G20 le permitió una reconciliación con su base de apoyo político.
Macri fue consciente desde el comienzo respecto de la oportunidad que le daba este evento. Ya en su discurso de apertura tuvo frases que, más que para sus colegas, parecían destinadas al público argentino. Como la alusión a que la Argentina abandonaba su aislamiento internacional, una crítica implícita al kirchnerismo y su política exterior.
El mismo concepto fue reafirmado en la conferencia de prensa final, cuando Macri dijo que Argentina “está conectada al mundo como nunca antes en su historia”.
Todo lo que rodeó a Macri –las frases, los gestos, los saludos efusivos con los mandatarios y hasta el ya legendario llanto del Colón- conformaron una estrategia de comunicación política que cumplió a la perfección el guión. Se quería mostrar a Macri como un estadista, un político a la altura de un evento global, con la suficiente estatura como para “chicanear” al resto de los líderes del G20 y reclamarles que la reunión no fuera anodina sino que debía marcar la agenda mundial para la próxima década.
La comunicación a cargo de Presidencia fue elocuente en ese sentido. Al inicio de la cumbre, se difundió en televisión un spot en el cual se explicaba por qué era importante el G20 y, sobre todo, su realización en Argentina.
Luego, en las redes, las cuentas de Presidencia y la del propio Macri fueron difundiendo mini entrevistas a los líderes quienes, mirando directamente a cámara, decían lo bien que se sentían en Buenos Aires, reconocían el efectivo liderazgo de Macri y dispensaba elogios varios.
, al cierre del G20, otro video mostraba al Presidente siendo aplaudido por los líderes y recibiendo efusivas felicitaciones y muestras de afecto. El mensaje no podía ser más claro: Argentina volvió a ser protagonista global.
Una inyección de optimismo para la tropa propia En definitiva, todo apuntó a reforzar el vínculo con un sector de la clase media que constituyó desde el inicio la base de apoyo político del PRO, y que en los últimos meses había manifestado una desilusión con el macrismo.
Un repaso a las redes sociales basta para entender cuál es el estado de ánimo entre los líderes de opinión: hay un clima de reconciliación, cierta sensación de orgullo nacional recuperado.
Lunes, 3 de diciembre de 2018
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