Economía Inflación, gasto público y emisión monetaria: un caso típico de amor no correspondido Si bien los argentinos venimos de las pampas y de los barcos, constituimos un pueblo con ciertas autonomías ideológicas y mantenemos una unidad que, más allá del fútbol, contiene grados importantes de densidad nacional. No obstante, seguimos teniendo comportamientos pueblerinos. La idea de tomar como válidas y serias tanto críticas como elogios que nos disparan especialistas venidos de los países centrales sigue muy arraigada y denota falta de autoestima y ombliguismo.
Si bien los argentinos venimos de las pampas y de los barcos, constituimos un pueblo con ciertas autonomías ideológicas y mantenemos una unidad que, más allá del fútbol, contiene grados importantes de densidad nacional. No obstante, seguimos teniendo comportamientos pueblerinos. La idea de tomar como válidas y serias tanto críticas como elogios que nos disparan especialistas venidos de los países centrales sigue muy arraigada y denota falta de autoestima y ombliguismo.
Sucede a menudo que los gurúes económicos internacionales –la mayoría de las veces premios Nobel– se hacen una pasadita por un hotel cinco estrellas, hablan 20 minutos, se llevan una buena cantidad de verdes y nos dejan sus sesudas "enseñanzas". Acá hay para revolear a derecha y a izquierda. Los medios del establishment, las universidades privadas, las cámaras empresariales, y las fundaciones y partidos políticos neoliberales nos invaden con la presencia de economistas ortodoxos que vienen a hablar loas del primer mundo y sus instituciones, y a defenestrar a nuestros gobiernos por populistas. Es decir, vienen con ese guión prestablecido, lo cumplen, cobran y parten vía Ezeiza.
Pero, por el lado de lo que podríamos llamar un progresismo económico fashion, en universidades nacionales centenarias y hasta algunos centros de estudios y fundaciones más cercanas al pensamiento del kirchnerismo, se comete el mismo pecado original de bendecir a un economista supuestamente "del palo" para que venga a pontificar sobre la economía argentina. Lo cierto es que la mayoría de estos personajes desconoce la realidad argentina, y lo que saben lo leyeron en el viaje de ida en el avión.
De los muchachos neoliberales no se puede esperar mucho: sus recetas son el ajuste en las crisis, el endeudamiento externo a como dé lugar, la teoría del derrame y mejorar el clima de negocios para la inversión extranjera.
Pero del lado de los economistas heterodoxos del primer mundo, la cosa se complica porque tiran una de cal y otra de arena, y los medios opositores titulan con lo malo y el resto se pierde. También hay otros gurúes bastante sobrevaluados, como Nouriel Roubini con pátina progre pero que es columnista habitual de La Nación y que se lo considera internacionalmente por haber embocado con antelación la crisis de 2008. Lo cierto es que la crisis se veía venir y que Roubini –como el pastorcito mentiroso– predijo tantas veces que el lobo venía, que el lobo al final apareció. Entre economistas se afirma que este catedrático ya predijo siete veces las últimas tres crisis. Por otro lado, tenemos también el caso del "compañero" Stiglitz que últimamente viene hablando bien de nuestra región pero que cuando analizaba en los '90 los casos de desarrollo acelerado como el de Corea, afirmaba que en Latinoamérica nunca iba a ocurrir por el altísimo grado de clientelismo y corrupción que asolaba por estos sombríos lugares. Del trío más mentado, hemos recibido esta semana a Paul Krugman, economista progre con mayúscula pero que es columnista del New York Times y de Clarín.
Un ejemplo viene bien para semblantear al personaje. En mayo de 2012 decía en una columna del diario neoyorquino que "la recuperación argentina es una extraordinaria historia de éxito". Y luego agregaba que "la cobertura de prensa de la Argentina es otro de esos ejemplos de cómo el conocimiento convencional (sobre economía) hace –de manera aparente– imposible acceder correctamente a la información". Y seguía: "Los comentarios sobre la Argentina tienen un tono más que negativo: la Argentina es irresponsable, está renacionalizando sus industrias, tiene un discurso populista, así que les deber ir muy mal, sin importar lo que los estudios indiquen."
En esta nueva incursión a las pampas, el amigo americano habló en contra de los fondos buitre, lo que no fue levantado por los medios hegemónicos, pero luego se jugó para el aplauso neoliberal y anunció que "está bien preocuparse por la justicia social pero tiene que hacerse de manera realista. Con esto quiero decir que a veces es necesario ser un poco ortodoxo." Según Clarín, "ese poco de ortodoxia" se resumía en dos variables: responsabilidad fiscal y dejar de financiar el déficit con emisión monetaria. Luego habló sobre la medición de la inflación y que creía que estaba subestimada por el gobierno, dándoles pasto a los medios que él mismo hace dos años afirmaba que distorsionaban la realidad.
El tema de precios en la Argentina ha sido estudiado desde hace más de 50 años y tenemos muchos elementos teóricos y empíricos para analizarlo, sin tener que recurrir a expertos externos, sean de la raíz ideológica que sean. Uno puede disentir con Cavallo o con López Murphy, pero sobre inflación argentina no caben dudas de que conocen el tema más que cualquier paracaidista extranjero que viene con tres gráficos y pretende encontrar causalidades de laboratorio. Durante esta semana el Ministerio de Economía dio a conocer los datos sobre ingresos y egresos del gobierno nacional y la derecha salió horrorizada a pedir ajuste del gasto. Aquí cabe preguntarle a don Krugman qué hacer con una economía que crece sólo al 0,5% si, además, producimos un ajuste del gasto.
Seguramente Lord Keynes –su padre espiritual– diría que se debe seguir impulsando la demanda agregada desde el gobierno hasta que se recuperen las expectativas privadas de consumo e inversión. Es de manual. El Estado, sin gastar más de lo que ingresa en tiempos de una economía que no se recupera, estaría empujando hacia una recesión de la que sería muy difícil salir porque las exportaciones –demanda externa– tampoco crecen ni crecerán mucho en los próximos meses y la restricción externa, es decir los dólares necesarios para importar insumos y maquinarias, seguirá encorsetando al nivel de actividad hasta tanto no podamos terminar de resolver el frente externo (fondos buitre y holdouts) y abrir la posibilidad de acceder a financiar externamente obras de infraestructura necesarias para bajar el costo argentino sin reducir los salarios. Con esta batalla ganada, la economía podría salir del atolladero actual y entonces el gobierno bajaría el ritmo de crecimiento del gasto para acompañar el sendero de los ingresos que, seguramente, se incrementarán con la mayor actividad interna.
Pero la obsesión por la tríada emisión-gasto-inflación en los economistas argentinos es ya para el diván. Vayamos a la emisión. Según el economista opositor Jorge Todesca, en 2012, la base monetaria (emisión) creció un 40%; en 2013 terminó al 23%, y este año, al 25 por ciento. Si complementariamente analizamos los índices de inflación que este mismo consultor toma como verdaderos –los del "índice congreso"–, los precios se incrementaron un 25%, 28% y 40% durante, 2012, 2013 y 2014, respectivamente. Se observa que en todos los casos la inflación "congreso" fue mayor, pero este año 2014, ya supera cualquier similitud: se emite al 25% y, según ellos mismos, la inflación es del 40 por ciento. Increíble que sigan con el ritual de la inflación monetaria.
Por el lado del gasto público la falta de relación entre esa variable y la inflación llega niveles ridículos. En un estudio publicado esta semana por Alejandro Fiorito en la revista Circus, el autor explica que para una serie larga (1994-2013) se observa una correlación mínima (casi nula) entre la variación del resultado fiscal del Sistema Público Nacional y la del Índice de Precios al Consumidor (IPC). El trabajo complementa el análisis afirmando que si bien correlación (que dos variables se muevan en el mismo sentido) no implica causalidad (que una variable explique a la otra), sin correlación no hay forma de intentar demostrar causalidad.
Es decir, no hay manera de explicar que a mayor déficit fiscal, mayor inflación, mirando la historia reciente de nuestro país. No obstante la cantinela esta semana se escuchó más que el "Brasil, decime que se siente" durante el Mundial. Aun sin ninguna comprobación empírica, lo siguen repitiendo como un catecismo simple y llega a permear a toda la sociedad. Por eso es que la pelea por la hegemonía ideológica que se transforma en sentido común, todavía nos debe tener alertas y vigilantes para seguir dando batalla. ¿Alguno me puede decir cómo hace el almacenero de un barrio para saber que el BCRA incrementó la base monetaria, y así automáticamente aumentar el precio de la lata de tomate? O lo hace porque analizó la evolución de las cuentas fiscales y encontró un gasto público más elevado que el mes anterior. En realidad, ¿no aumentará los precios porque le subieron los costos o porque su experiencia le indica que debe incrementarlos por las dudas, sin ninguna regla concreta? Seguro que este almacenero y sus clientes conocen más sobre la inflación en Argentina que cualquier economista de escritorio o que un gurú extranjero, aunque nunca estarán sentados en un panel de un hotel cinco estrellas. Es una pena.
fuente: infonews
Sábado, 22 de noviembre de 2014
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