Por Enrique Achier El juego que todos juegan En medio del marasmo ruso no deja de ser curioso que la Casa Blanca, que un par de semanas atrás le sugiriera al Congreso que resultaría "contraproducente” exacerbar las sanciones contra Rusia, frente a un amague de éste de profundizar ese camino... Casi a la misma hora, en Londres, el secretario de Estado John F. Kerry, había dicho que en los últimos días Rusia estaba realizando "movimientos constructivos" de cara a estabilizar la situación con Ucrania; conflicto que generó las sanciones.
"La difícil crisis rusa, mucho más allá de las apariencias, estaría presentando el flanco geopolítico cubierto. Esa es, en general, la condición necesaria de la salida". El canciller ruso, Sergey Lavrov, tomó la iniciativa por más sanciones del Congreso y ahora de la Casa Blanca con cautela, puntualizando –en declaraciones a la tv francesa– que en todo caso la respuesta rusa depende de cómo “sean aplicadas en la práctica”. Con cierto dejo de ironía, Lavrov, dijo que “el Congreso es un grupo muy especial de personas. Más del 80 % de ellos nunca salió de los Estados Unidos. Viven en su propio mundo, así que no estoy sorprendido de la rusofobia que está siendo demostrado por el Congreso", según consigna el Washington Post en su edición del martes,
Pero ese mundo endogámico se choca de frente con el mundo tal cual es.
Justamente, el argumento que Obama había esgrimido para frenar la iniciativa del Congreso era que eso lo indispondría con los aliados de EE UU. O sea, que objetivamente Obama se montó en la ola de la debacle rusa, para hacerse espacio en ese "propio mundo" de un Congreso que de ahora en más le es adverso, mientras apuesta a que la retórica no tenga ninguna consecuencia práctica. O sí una: impedir que la crisis rusa se profundice.
El inevitable arte de hacer como se debe diciendo como ahora que practica Obama, da cuenta del peso político de la canciller alemana, Angela Merkel, bien respaldada por el presidente de Francia, François Hollande, quien no dudó en liquidar a Arnaud Montebourg y erigir como premier a Manuel Valls en función de los intereses estratégicos del francofort. Montebourg expresaba la renuncia de la izquierda francesa hacia Berlín.
A todo esto, Merkel puede chillar públicamente fuerte contra los rusos por Ucrania, pero al mismo tiempo ya lleva más de cuarenta cónclaves con el presidente ruso, Vladimir Putin, desde que se desató la crisis ucraniana. No es solo la canilla energética, lo que ya es mucho decir, sino además que hay 4 mil empresas alemanas asentadas en suelo ruso. La diplomacia amigable con Rusia es la marca en orillo del ministro de relaciones exteriores alemán, Franz-Walter Steinmeier.
En resumen, la difícil crisis rusa, mucho más allá de las apariencias, estaría presentando el flanco geopolítico cubierto. Esa es, en general, la condición necesaria de la salida.
Fuente: Infonews
Lunes, 22 de diciembre de 2014
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