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Finanzas
La devaluación suiza en la punta del ovillo de la nueva guerra de monedas
Una respuesta al fortalecimiento de la moneda norteamericana. Los accionistas privados del Banco Suizo impusieron la pérdida de paridad frente al euro para no resignar sus dividendos en dólares. Japón devaluó el yuan y los países de la región se disp
Por Alejandro Guerrero

Según consignó Tiempo Argentino, la decisión del banco central suizo de suprimir el piso de cotización frente al euro, fijado en 1,2 francos desde 2011, empieza a producir un terremoto financiero. Desde que se tomó aquella medida (el 15 de enero) el franco suizo se revaluó un 41% de manera súbita, lo cual provocó, entre otras cosas, un derrumbe del 8,7% en su mercado de valores, la caída más fuerte en los últimos 25 años.

Los disturbios financieros suizos han significado pérdidas muy severas para miles de inversores y para pulpos internacionales como el Citigroup y el Deutsche Bank, que tuvieron quebrantos por varios cientos de millones de euros. Algunas casas de bolsa, entre pequeñas y medianas, simplemente desaparecieron. Lejos de los pequeños y de los medianos, un gigante como Forex Capital Markets (FXCM), el corredor de divisas más grande de los Estados Unidos y tercero del mundo, estuvo a punto de declararse en quiebra. FXCM no pudo cumplir algunas de sus obligaciones en materia de capital regulatorio y sólo pudo librarse de la caída gracias a un préstamo de emergencia que le cedió la inversora Leucadia National Corp.

La causa de fondo de esa decisión de la banca suiza estuvo dada por el rápido retroceso del euro frente al dólar: 24 por ciento en doce meses.
Pareció un rayo en cielo sereno

Muy pocos observadores esperaban que Suiza, paraíso financiero del mundo, rompiera un vidrio. Ocurrió el 15 de enero pasado, cuando el Banco Central de ese país suprimió el piso mínimo de cotización del franco suizo frente al euro (se había fijado en 1,2 francos por euro en 2011) y anunció la reducción de sus tasas de interés en medio punto, de 0,75 a 0,25 por ciento. Otros, sin embargo, no se sorprendieron: se trataba, dicen, de una medida indispensable que Ginebra debía tomar para impedir un mayor calentamiento económico y desalentar la entrada de capitales.

La causa de fondo de esa decisión de la banca suiza estuvo dada por el rápido retroceso del euro frente al dólar: 24 por ciento en doce meses, próximo ya a la paridad. Esa devaluación del euro provocaba, a su vez, el debilitamiento del franco suizo frente a la divisa norteamericana. Por otra parte, Suiza necesitaba detener el alud de dinero que arribaba a sus bancos por la incertidumbre dada por la situación del Banco Central Europeo (BCE).

El Banco Suizo no es enteramente estatal: una parte de él es propiedad de particulares o de organismos públicos, mientras un 45% de su paquete accionario se encuentra en manos de privados o de cantones, como se llama a los distritos administrativos suizos. El abandono del tipo de cambio que se ha dispuesto responde en buena medida a los reclamos de esos privados, puesto que la paridad fija respecto del euro les hacía perder dividendos.

Ahora, la revaluación sorprendente del franco prepara un escenario internacional lleno de incertidumbres penumbrosas. Los precios internos suizos se derrumbaron hasta en un 60%, ya que la mayoría de los productos que consume el país son importados. Ya antes de la apreciación de su moneda, Suiza tenía una deflación del 0,3% que producía un impacto fuertemente negativo en su economía. Se verán especialmente afectados el turismo y los grandes exportadores como Swatch, Tag Heuer, Nestlé o Novartis, cuyas ganancias provienen en un 85% de sus ventas al exterior. Ya se prevé que esas compañías tomarán medidas radicales para reducir costos, que afectarán principalmente al empleo y a los salarios, de modo que Suiza se verá, por primera vez en medio siglo, ante un panorama de conflictividad social extraño en ese país.

El vecindario centroeuropeo ya sufre el golpe, sobre todo en el costo de las hipotecas. Con tasas de interés apenas superiores a cero, muchos polacos y húngaros tomaron préstamos hipotecarios en Suiza, que ahora se han encarecido notablemente. Podría ocurrir allí un fenómeno similar al de las hipotecas norteamericanas, que estuvieron en el origen de la crisis de 2008. No es un asunto menor: un estancamiento en Europa central tendría efectos importantes en cualquier proyección de crecimiento europeo.

Pero la cuestión no se siente solo en el centro de Europa. La sienten también los compradores de productos suizos, entre ellos Alemania, Francia, Italia y los Estados Unidos.

EL "SUPERDÓLAR". La crisis abierta por el Banco Central suizo es consecuencia de un fenómeno más general: la valorización del dólar frente a todas las monedas, lo cual abre una nueva fase de la guerra de divisas; es decir de la crisis de 2008, que al igual que la de 1930 ha tenido varias salidas falsas pero sistemáticamente recuerda que ahí sigue y va para peor.

El anuncio de la Reserva Federal de que revertirá su política de inyectar liquidez y aumentará las tasas de interés ha revalorizado al dólar frente a todas las divisas. Al retroceso del euro contra la divisa norteamericana (24%, como quedó dicho) se puede citar, a modo de ejemplo, el del peso chileno (17%), el peso mexicano (38%), el real (31%), la libra turca (30%) y el yen japonés (20%). El peso argentino sólo retrocedió un 9% frente al dólar.

Entre sus efectos, ese fortalecimiento del dólar ha hecho caer abruptamente el precio de las commodities y de las materias primas en general, y obliga a los distintos países a tomar medidas defensivas; es decir, a declarar una nueva "guerra de monedas".

Por ejemplo, el Banco de Japón decidió aumentar los alcances de su flexibilidad monetaria.

Según Nouriel Roubini, el premio Nobel de economía que anticipó la crisis de 2008, ese hecho resulta suficiente para sostener que la guerra de monedas ha vuelto a empezar. Que Japón procure debilitar al yen implica un perjuicio severo para sus vecinos, y estos, a su vez, tomarán medidas similares. En principio, los bancos centrales de China, Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Tailandia ya se preparan para depreciar sus monedas. En Europa, además de Suiza, hacen lo propio Suecia y Noruega, y ejercen presión sobre el Banco Central Europeo.

Frente a ese panorama, muchos esperan que la Fed modifique su política: "Si el crecimiento mundial se mantiene débil y el dólar se vuelve demasiado fuerte, la Fed podría decidir que el aumento de las tasas de interés quede para un poco más tarde y que se haga más lentamente, para evitar una excesiva apreciación del dólar", dijo Roubini.

MERCADOS VOLÁTILES. La inestabilidad en los mercados de divisas tiene un efecto directo sobre el proceso de compra de bonos soberanos, el "quantitative easing" europeo. También tiene su efecto en el momento de considerar la rentabilidad en los mercados internacionales. El S&P 500, por ejemplo, ha caído en 19 de los 27 días en los que el dólar creció respecto de otras divisas.

Por otra parte, el plan de compra de bonos soberanos lanzado por el primer ministro italiano, Mario Draghi, contribuye a deteriorar la cotización del euro. Ese fenómeno acelera la salida de capitales de los mercados emergentes, especialmente cuando el real se cambia a 3x1 respecto del dólar por primera vez desde 2004, junto con una inflación elevada que dificulta cualquier política de flexibilización monetaria; entretanto, el derrumbe del peso mexicano perfora pisos como no se veía desde la caída de Lehman Brothers en 2008. La presión que todo eso ejerce sobre el yuan podría obligar al Banco Central chino a devaluar, con lo cual ese país oficializaría su ingreso en los mercados de divisas y, simultáneamente, en la guerra de monedas.

En definitiva, todo indica que los rescates bancarios inmediatamente posteriores al estallido de la crisis en 2008, y las crisis fiscales provocadas por esos rescates con el consiguiente default en el que cayeron países como Grecia, intentaron recomponer las bases económicas que habían conducido, precisamente, a ese mismo estallido. La gigantesca emisión de moneda por los bancos centrales derivó en un nuevo proceso de especulación galopante y en la suba, abrupta y artificial, en la cotización de las bolsas, las commodities, las materias primas y los títulos públicos; en otras palabras, aquella emisión solo ofreció un financiamiento parasitario a los especuladores.

Ahora, ese edificio parece empezar a derrumbarse. La crisis y la guerra de monedas entran en una nueva fase.

Todas las miradas puestas en la FED (y el dólar)

Didier Saint-Georges, del Comité de Inversiones de Carmingnac Gestion, dice que “para ganar una guerra de divisas es necesario que otro la pierda”, lo cual hace imposible que por esa vía se incremente el crecimiento global.

Se trataría, en definitiva, de un juego de suma cero internacional. Otros, más trágicos, recuerdan que la guerra de divisas provocada por la crisis de 1929-1930 derivó en guerra bélica (“la continuación de la política por otros medios…”).

Entretanto, todas las miradas convergen en la Reserva Federal norteamericana y en el dólar. Los mercados están convencidos de que la Fed subirá su tasa de referencia en junio, con lo cual volverá más rentables y atractivos los depósitos en dólares y los papeles de la deuda norteamericana. Por eso, Enrique Díaz-Álvarez, director de estrategia de la empresa de servicios financieros Ebury, calcula que en el cuarto trimestre del año la relación con el dólar estará en 1,05 euros, al borde de la paridad. Díaz-Álvarez dice que también la libra esterlina tocará sus mínimos respecto del dólar en el curso de este año.

En cuanto a los mercados emergentes, entrarán de lleno en la puja de divisas, volátil por definición.

Los inversores que mantengan sus rentas en euros correrán la suerte de esa divisa, por lo que se calcula que nadie tendrá en esa moneda el 100% de su cartera. Por lo tanto, los emergentes recibirán una masa de capitales que podría situarse en el 25% de las carteras.



Fuente: infonews


Martes, 17 de marzo de 2015
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