Economìa La encrucijada griega: profundizar o la rendición El rechazo del Eurogrupo y la banca acreedora a la propuesta de ajuste moderado de Syriza puso a Grecia al borde del default en medio de un embate financiero y una fuerte fuga de capitales. Un mensaje inequívoco de los buitres para toda la izquierda europea.
El domingo pasado a última hora se interrumpieron abruptamente las negociaciones en curso entre el gobierno griego de Alexis Tsipras y sus acreedores europeos que no aceptaron el paquete propuesto por el gobierno heleno.
La respuesta del mercado financiero no se hizo esperar. Al día siguiente, se produjo una corrida que aceleró la fuga de capitales que ya venía sufriendo la economía helena y en apenas 24 horas los bancos griegos cedieron el equivalente en euros a 449 millones de dólares.
Según consignó Tiempo Argentino, durante toda la semana la fuga de capitales se estima que alcanzó los 3 mil millones de euros con un pico de mil millones el jueves luego del fracaso de la reunioón del Eurogrupo. Una parte sensible de ese total resulta del retiro de sus depósitos por parte de los ahorristas preocupados por las versiones sobre la posible aplicación de un corralito financiero. El BCE se vió obligado a ceder un salvavidas financiero a Grecia para que no se produzca un desenlace sin agotar el período de negociaciones que tienen fecha límite del 30 de junio.
De los alrededor de 300 mil millones de dólares que acumula la deuda griega 166 mil millones corresponden a acreencias con la banca alemana y francesa. Los buitres de la deuda, los grandes acreedores de la economía del país, no perdonaron las vacilaciones del flamante gobierno de Syriza encabezado por Alexis Tsipras que, el 25 de enero se había alzado con un madurado triunfo electoral obteniendo el apoyo del 36,5% del electorado y consagrando 149 escaños sobre un total de 300. El triunfo empalmó con un gran ascenso de las movilizaciones populares contra las medidas de ajuste que, en los últimos cinco años, habían generado 30 paros generales.El mandato popular, sin embargo, planteaba de manera más o menos explícita, la ruptura con los organismos de crédito, la suspensión del pago de la deuda y el rechazo a la política de ajuste brutal que la "troika" compuesta por el FMI, el BCE y la CE pretende implementar para garantizar el pago de los acreedores.
El electorado de Syriza no se inclina por una salida del euro consciente de que provocaría una pérdida del poder adquisitivo y la multiplicación de la deuda medida en divisas con relación al ingreso de los ciudadanos y al propio PBI nacional.
De los alrededor de 300 mil millones de dólares que acumula la deuda griega 166 mil millones corresponden a acreencias con la banca alemana y francesa.
Por ese motivo la impasse creada en las negociaciones ha derivado en una crisis de alcance continental que, nuevamente, ha puesto al "Grexit" en el centro de la agenda del debate internacional e incluso, provocado divisiones al interior de las clases gobernantes europeas escindidas entre acreedores y defensores de la moneda común.
Finalmente la esperada cumbre de ministros de finanzas y economía del Eurogrupo realizada el pasado jueves tampoco logró alzcanzar un acuerdo sobre la propuesta del gobierno griego. El vicepresidente de la Comisión Europea para el euro, Valdis Dombrovskis declaró luego de la reunión que el organismo dio "una señal fuerte a Grecia para que se comprometa seriamente en las negociaciones". Una extorsión para obtener una rendición en toda la línea en favor de un ajuste draconiano. Para eso el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, convocó a una reunión de emergencia para mañana lunes en la que participarán los jefes de Estado de todos los países miembro para tratar de lograr un acuerdo a contrareloj y evitar la caída de Grecia en default. Es que el próximo 30 de junio expira el programa de "rescate" financiero para Grecia, y el mismo día Atenas tiene que pagar una deuda de 1600 millones de euros al FMI.
La intempestiva reacción de los mercados en Grecia es una muestra de como el capital financiero actúa a la hora de encarar negociaciones en defensa de sus intereses particulares. Para eso cuentan, en ausencia de una política decidida de control del sistema financiero, con un gran poder de fuego capaz de generar contextos de desestabilización de gobiernos electos democráticamente. La lógica que pretenden imponer a los gobiernos es la de la sumisión completa o el golpe de mercado.
La reacción frente a los sucesos en Grecia excede largamente el diferendo por la deuda helena. En rigor, se trata de un mensaje político del capital financiero a otras expresiones políticas de la izquierda en ascenso en el continente que, en caso de llegar al poder, deberán también hacer frente a una fuerte crisis de la deuda. Es el caso de Podemos en España que recientemente se alzó con varias alcaldías en las principales ciudades españolas y que en noviembre (sino antes) podría incluso alzarse con un triunfo en las elecciones presidenciales y deberá lidiar con el fuerte endeudamiento de la economía española.
Por eso la experiencia griega también sirve para una análisis de otra naturaleza en lo que hace a determinar la política más eficaz para enfrentar esos embates.
Es que el gobierno de Syriza, desde su asunción no ha hecho otra cosa que abandonar paulatinamente cada uno de los puntos del programa por el cual fue votado.
En su asunción el propio Tsipras había declarado que "el pueblo me ha dado un mandato claro: Grecia cambia de rumbo y deja la austeridad tras cinco años de humillación". Sin embargo, en apenas seis meses el líder de la llamada "izquierda radical" moderó fuertemente su discurso y también sus acciones.
De hecho, la propuesta que el Eurogrupo rechazó el jueves pasado, en realidad, es el resultado de un paquete negociador de ajuste moderado que fuera aprobado dificultosamente por el comité central de Syriza con una exigua diferencia de 95 a 75 en favor de los dialoguistas y contra un sector que lo consideró una violación del mandato popular. Por ese motivo Tsipras decidió no pasar el paquete por el parlamento. Antes de llegar al poder, Syriza proponía el control público de los bancos para impedir la fuga de capitales, el fin de la austeridad y una suspensión del pago de la deuda externa. También proponía revisar las privatizaciones estratégicas como la del puerto del Pireos. Nada de eso ha ocurrido y, por el contrario, siguen suspendidos los convenios colectivos y se ha producido una renegociación de la deuda poniendo como garantía al FMI los "fondos de emergencia" que, entre otros, involucran los recursos previsionales. Una política conceptualmente equiparable con el "déficit cero" de Cavallo que daba prioridad presupuestaria a la cancelación de la deuda por sobre el pago de salarios estatales y jubilaciones. Ese recule, sin embargo, no ha sido suficiente para instar a los representates del Eurogrupo a aceptar el paquete de austeridad moderada al que ha virado Tsipras.
Más allá del resultado de la negociación y el impacto de un hipotético default en Grecia, las negociaciones del último período han dejado, una vez más, una lección incontrastable de economía política.
No hay lugar para los puntos medios a la hora de enfrentar a los buitres financieros, o se va hasta el final haciendo uso del apoyo popular o se sufren los embates revanchistas del poder financiero.
Fuente:INFOnews
Domingo, 21 de junio de 2015
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