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Economía
Apertura y superávit fiscal no protegen trabajo ni producción
Los niveles de actividad y empleo de un país dependen de la Demanda Efectiva. El estancamiento y la recesión se combaten con políticas anticíclicas.

El análisis de la crisis de los años treinta le permitió a Keynes comprobar que el nivel de producción y empleo de un país dependen del comportamiento de los cuatro grandes componentes de la Demanda Efectiva (DE). Ellos son el consumo privado, la inversión, el gasto público y el superávit de la balanza comercial, que es la diferencia entre las exportaciones y las importaciones, consignó Tiempo Argentino.

Con la DE, el padre de la macroeconomía moderna desafió los dos grandes dogmas de la ortodoxia liberal que siguen manteniendo sus seguidores. Uno es que la apertura comercial siempre es buena para un país, y otro, que una economía sana es aquella que conserva el equilibrio presupuestario.

Respecto del primero de ellos, el análisis keynesiano nos alerta sobre la importancia de la forma de la apertura comercial. Por ejemplo, si dicha apertura se realiza con un dólar barato, como sucedió durante la tablita de Martínez de Hoz y la Convertibilidad de Cavallo, las importaciones crecen por encima de las exportaciones. Esto se traduce en un déficit comercial que debilita la DE, disminuye el empleo e incrementa la deuda externa.

Si, por el contrario, se busca una apertura exportadora a través de una gran devaluación, como sucedió en el año 2002, el incremento de las exportaciones netas se realiza a costa de una fuerte caída en el salario real. Esto perjudica el consumo y daña el empleo en el entramado productivo que vive del mercado interno. La experiencia argentina es clara al respecto, el efecto recesivo que tiene la devaluación sobre el consumo interno domina sobre el efecto expansivo que puede tener sobre las exportaciones netas. En consecuencia, las grandes devaluaciones son contractivas para el nivel de actividad económica y el empleo.

El segundo postulado es aun más polémico. Frente a la ortodoxia financiera que plantea enfrentar la recesión con ajuste fiscal, el principio de la DE propone exactamente lo contrario. En un período de estancamiento de la inversión privada, el gasto público debe convertirse en el motor del crecimiento para salir de la recesión. Esto trae como consecuencia un desequilibrio en las cuentas públicas –déficit fiscal–, que luego disminuye a medida que la economía se recupera y la recaudación comienza a crecer.

Sobre este punto, el economista polaco Michal Kalecki destaca que el déficit fiscal tiene un efecto sobre la actividad económica similar al de un superávit comercial, ya que ambos episodios permite que la producción y el empleo crezcan por encima del nivel determinado por la inversión y el consumo privado. En el caso del superávit comercial, el país recibe más por sus exportaciones que lo que paga por sus importaciones, en el caso del déficit fiscal el sector privado recibe más gasto gubernamental que lo que paga de impuestos.

En resumen, superávit fiscal y el superávit externo tienen efectos compensatorios en la DE, el primero la contrae y el segundo la expande. En épocas de crecimiento del comercio mundial y de las exportaciones netas, el superávit comercial pasa a estar acompañado de superávit fiscal. Mientras que, en épocas de crisis internacional es aconsejable compensar el déficit comercial con déficit fiscal, para amortiguar el impacto negativo de la caída en las exportaciones.

La aplicación de este tipo de política fiscal anticíclica, recomendada para amortiguar los efectos perjudiciales de los vaivenes en el comercio internacional sobre la producción y el empleo, explica el comportamiento de los equilibrios macroeconómicos de los últimos años en la economía argentina. Superávits fiscal y de cuenta corriente (2003-2010) y déficits gemelos para los últimos años.

Fuente: INFOnews


Martes, 11 de agosto de 2015
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